Por la Hermana Laura Reboyras
De las dos definiciones anteriores podríamos pensar que para sentir amor por el género humano, debe de haber manifestaciones y hechos concretos, muchos lo definirían como donación, caridad, colaboración y/o filantropía, sin embargo no importa cómo se defina sino que para ser autentico amor al otro, se tiene que traducir en hechos concretos. Lo esencial sería el dar a los demás solidariamente comprendiendo que así se transforma vidas, la solidaridad hace felices a las personas porque nos conecta con los demás y ayuda a darse cuenta de que las personas somos seres interdependientes y que al hacer algo por alguien, conlleva a sentirse mejor con nuestro ser y con el mundo que nos rodea, por lo que la solidaridad implica sumarse a la causa de otras personas en forma desinteresada y oportuna. Implica promover la justicia social y el respeto por los derechos de las personas y la verdad. La solidaridad es uno de los valores pilares de la masonería y su práctica forma parte del proceso de perfeccionamiento de la persona, una formación que se verá reflejada en la manera de relacionarse y de solidarizar con las pequeñas y grandes causas. Sin dejar de lado ante estas definiciones una frase de Mateo 6:3, “que tu mano izquierda jamás sepa lo que da tu mano derecha”, haciendo referencia que a las buenas obras, que no hay que utilizarlas con la finalidad de exigir a cambio lealtad, en búsqueda de sometimiento.
La palabra filantropía, según se ha aceptado de forma generalizada, fue acuñada en el siglo IV a. C. en la obra griega “Prometeo encadenado”, escrita por Esquilo. Al principio de la obra, el autor relata un mito, en el que describe criaturas primitivas que habían sido creadas por Zeus para evolucionar en humanos, éstas carecían de conocimiento, y de habilidad, de cualquier clase, en síntesis; no tenían rasgo alguno de cultura, vivían en cuevas y en la oscuridad, eran ociosos y débiles, lo que les ocasionaba un miedo constante y les impedía liberarse de la esclavitud y de las cadenas imaginarias que sin querer, ellos mismos se habían impuesto.
Este hecho era una vergüenza para Zeus y le causaba enorme dolor, así que cansado de esperar para que sus creaciones evolucionaran, decidió destruirlas. La decisión, llegó a oídos de Prometeo, un titán cuyo nombre en griego antiguo significa “previsión”, inspirado por la philanthropos tropos, o lo que es lo mismo, amor puro a la humanidad, salvó a esos seres primitivos del exterminio de Zeus, dándoles dos regalos: uno, el fuego sagrado, que había hurtado del Olimpo, y que representaba el conocimiento, las habilidades, la tecnología, las artes y la ciencia; y el otro, la esperanza ciega, es decir, el optimismo que tenemos todos cuando creemos que las cosas pueden estar mejor si nos esforzamos por alcanzarlas.
Prometeo no resolvió los problemas de esos seres, tampoco les entregó paquetes de ayuda humanitaria, sino que les dio los elementos necesarios para que pudieran salvarse por sí mismos. En otras palabras, el Titán despertó las fuerzas que dormían escondidas en cada uno de ellos y una vez que esos seres adquirieron conciencia de su potencial humano, ejercieron su libre albedrío y gozaron de la dignidad personal.
La masonería no es una institución Filantrópica, sino un método de trabajo que cultiva la filantropía como espontanea manifestación de la fraternidad… La beneficencia en Masonería se practica en forma anónima, secreta y espontánea.
La Filantropía es una virtud basada en la importancia de actuar con benevolencia y generosidad hacia los demás, viendo estas acciones como expresiones de la virtud;
esta no solo se limita a la caridad material, sino que también incluye el ofrecimiento de apoyo emocional, compartir conocimientos, actuar con justicia y amabilidad en las interacciones cotidianas.
Practicando la filantropía se fortalece la comunidad, promoviendo el bienestar común al mismo tiempo que se desarrolla el propio carácter, esta virtud ayuda a vivir en armonía con la naturaleza humana que se ve como fundamentalmente social y cooperativa y a encontrar propósito en la contribución del bienestar del otro y con todos aquellos seres que comparten la existencia, considerándolos partes más que necesaria de la realidad, fomentado la integración a todos los niveles de conciencia.
Practicando la filantropía se puede aprender a cultivar el amor y la compasión hacia los demás, lo que permite de primera base enfocarse en uno mismo y en el desarrollo personal, siendo conscientes de que solo podrá entregarse a la sociedad aquello que se haya trabajado y trascendido en si mismo.
Como lo hizo Prometeo, las Logias Masónicas a través de sus maestros se encargan de instruir a todo hombre Libre y de buenas costumbres, con herramientas que ayudaran a trabajar su interior, a fomentar el uso de la Razón para poder elevarse de lo concreto a lo abstractos, para poder comprender la naturaleza de las cosas, de contemplar y estudiarse a sí mismo en busca de la verdad; comprendiendo que la carencia material y emocional de todo ser humano, implica una carencia espiritual y mental que deberá ser trabajo internamente con las herramientas necesarias para co-crear y plasmar una realidad diferente. Siempre cultivando, trabajando y fomentando la Inteligencia para comprender y generar la rectitud para obrar, el Valor para propagar, la prudencia para discernir y el amor a la humanidad y a toda forma de vida, como base de toda solidaridad; enseñando, ayudando y colaborando de la mejor forma, con el accionar ejemplificador del hombre que trabaja en la maestría de su propia coherencia entre lo que piensa, dice y lo que hace. Comprendiendo la vida, conociéndonos a nosotros mismo y en nuestras interacciones y acciones, así como la definió y resumió un gran maestro de la humanidad Mahatma Gandhi “ Se el cambio que deseas ver en el Mundo”.
Hna. L. R.
