LOS ACEROS
La espada, pieza principal de la investidura masónica. Ha sido también la hacedora del destino de los hombres en innumerables mundos, la literatura, la ficción y la historia han exaltado sus formas de lo exquisito a lo grotesco, y de la vergüenza a lo sublime y han hecho de su estampa, insignia de nobleza, valor, honor y protección. Artífice de la paz, de la vida, la muerte y de la guerra, ha enaltecido y arrostrado, siempre por diferentes caminos, los valores e ideales del hombre enardecido.
Aunque está hecha en nuestras manos, su peso y sus fulgores nos recuerdan que en su entraña, siempre más fría que su empuñadura, se conjugan los elementos. La tierra, de donde surge la materia para el acero que hoy la conserva, pero antaño fue el Hierro y el bronce con los que volvió a una tumba de la mano del guerrero, a dormir los siglos al seno de su forja. El fuego que la moldeó como los volcanes la geografía, y el agua a través de la cual se templa. Del mismo modoen que la logia templa al maestro.
La espada y la palabra se parecen mucho aunque sean antagónicas armas, ambas poseen filo. No erremos al pensar que el acero hiende y lacera más que la blanda legua del que juzga.
La espada en Log:. Como en la batalla de la vida está imbuida de significados. Es un símbolo de estatus y jerarquía, sobre la cabalgadura enjaezada de la burguesía. Signo de liderazgo y mando, centelleando en la batalla de quienes cargan contra el mal y la injusticia. Es dolorosa marca en los brazos agotados de quién sega el trigo con su puño. Con la balanza en la diestra y la espada en la siniestra, sostiene la diosa Temis la justicia y la equidad, aquello con lo que construye el hombre una mejor sociedad.
Los aceros en el rito, enarbolan la verdad y la razón, la ciencia y la virtud, y en los destellos de sus hojas se resguarda y se protege la Luz masónica que al iniciado envuelve.
La espada flamígera representa el poder espiritual e intelectual del Ven:. Maest:. Quien como máxima autoridad de la Log:. Tiene el deber de orientar y defender a los HH:. Contra los embates de la hipocresía, la traición, la ignorancia y los egos. Pero también, la espada debe imponer castigo, como lo hiciere con la forma de los signos, en nombre del maestro, a los traidores y asesinos.
Así cómo las mayoría de las herramientas del masón se emparejan y conjugan, como la escuadra y el compás, el Nivel y la plomada, el mazo y el cincel… La espada y el mallete cobran fuerza y vida en Oriente, la espada Flamígera está en conjunción con el mallete y el Venerable Maestro empuñará con la mano izquierda la espada y con la derecha el mallete para consagrar y conferir.
Entonces estos elementos se convierten en instrumento de transmisión que trabajan en dos planos, el plano celeste y el terrenal con la misma cadencia y la fuerza del rito. La espada, luminosa y fugaz como el rayo. El mallete, estridente y profundo como el trueno suenan y rugen con los viajes y se exaltan.
Las espadas masónica todas, la Flamígera del V.M y las de Guarda Templos y Expertos, deben ser portadas sin vaina, desnudas, siempre listas y dispuesta para la defensa, y al alcance del puño alerta del hermano al que se ciñen.
En la iniciación, la primer pregunta viene con la espada, y esta nos conmina a pensar la respuesta. ¿Qué siento realmente sobre mí pecho? Solo el superficial acero, frío y punzante cómo la pregunta? La amenaza de la angustia y el miedo a punto de herirme? ¿O siento el latido valiente
que a todo esto hace frente? Al igual que la conciencia del hombre, la espada ha tomado múltiples formas. Ha sido fraguada y rota en los crisoles más diversos, eterna como las leyendas que adorna y efímera, como su paso por las gargantas que corta, las espadas han sido forjadas, nombradas y veneradas como los grandes hombre y naciones a los que han servido.
Pienso en ellas cuando acontece el segundo viaje de un iniciado, y en mí memoria se dibujan las escenas cruentas que dieron forma a la historia de la humanidad. El choque de los aceros: El mandoble de Ricardo III en la cruzada, el estoque de Quijote contra los molinos, el Hurun de Vercingetorix contra el Gladio de Caesar. La Falcata de Alejandro contra la cimitarra de Darío en la batalla de Issos. El sable de San Martin contra los realistas en Maipú. El Florete de D’artagnan contra la guardia de Richelieu. La espada del Augurio, la de Grayskull, o la espada de isildur y Aragorn en la batalla de los 5 ejercitos de la saga de Tolkien.
Y tantas otras… Maravillosas e inolvidables en todos sus protagonismos, ellas fueron la extensión de una fuerza inefable, de la justicia universal a través del hombre en la tierra. Hoy nuestras espadas, en representación de todas aquellas que la historia nombra en sus páginas, más humildes, y más discretas pero no menos poderosas, penden de nuestros mandiles para seguir luchando contra la obscuridad en todas sus formas, y a diferencia de sus ancestros en la batalla, que cegaban cortando de cuajo las cabezas de los hombres, hoy cada vez que empuñamos muestras espadas hacia la cabeza de alguien es para otorgar la luz. El destello de una espada siempre será la luz en la obscuridad y su solemne acero un escudo para el corazón de un masón.
Natalia – Graff – Coutaz